La educación en 2050
¿Listo para teletransportarte al aula del futuro? ¡Allá vamos!
Llego tarde. Anoche no me acordé de programar el despertador. Me siento en primera fila, en uno de los pocos lugares que quedan libres. Nadie ha advertido mi llegada (aún). Paso mi dedo índice por el lector que hay en mi mesa y entro a clase. Ahora sí: "llega tarde, señorita". No podía pasar desapercibida. Pero sigue la clase. Estamos en Ciencias Extraterrestres, una asignatura que ni me gusta ni me disgusta, pero que no se me da especialmente bien. Además, hoy, no hice los deberes. Porque sigue habiendo deberes. Sé que antes también los había porque mi padre me lo contó. Pero antes solo había que responder unas cuantas preguntas. Y si no sabías la respuesta, la buscabas en el libro (si no sabes lo que es un libro, pregúntale a tu padre). Facilísimo, ¿verdad? Ahora hacer los deberes es como emprender un viaje del que no sabes si volverás. Para hoy había que recolectar muestras de agua en Marte. Y la verdad es que no me gusta nada Marte. Vamos, que no pongo yo mi huella sobre el lector para ir a Marte ni loca.
Conversación con ChatGPT
Prompt 1: Estoy escribiendo un relato sobre la educación del futuro. ¿Puedes echarle un vistazo?
Prompt 2: La clase se está llevando a cabo en una especie de aula virtual a la que se accede con la huella de cada uno, aún así, ¿puedes incluir en mi relato una descripción del aula?
Prompt 3: ¿Puedes ponerle nombre a la profesora y describirla en el relato?
Prompt 4: ¡Genial! ¿Puedes incluir alguna anécdota de la protagonista en Marte que justifique por qué ya no le gusta el planeta?
Prompt 5: ¿Puedes integrarla en el relato?
Prompt 6: ¿Puedes enfatizar el contraste entre pasado y futuro en la parte en la que se habla de los deberes del pasado y el libro?
Prompt 7: ¿Puedes incorporar el fragmento en el relato?
Resultado final
Llego tarde. Anoche no me acordé de programar el despertador. Me siento en primera fila, en uno de los pocos lugares que quedan libres. Nadie ha advertido mi llegada (aún). Paso mi dedo índice por el lector que hay en mi mesa y entro a clase.
El aula virtual se materializa a mi alrededor con ese zumbido suave que ya forma parte de la rutina. Todo se vuelve translúcido por un instante, como si me envolviera una burbuja de cristal líquido, y de pronto estoy “ahí”: techos flotantes que cambian de forma según el clima del planeta que estemos estudiando, pupitres suspendidos en el aire, y paredes proyectadas que muestran imágenes interactivas en 360°. Algunos compañeros aparecen como avatares personalizados; otros prefieren su forma real. Yo no. Yo soy un gato azul con gafas, porque sí.
Al fondo, la profesora—bueno, su holograma—flota suavemente mientras habla. Se llama profesora Quiona, y aunque técnicamente no tiene cuerpo físico (solo una proyección inteligente), siempre adopta la misma apariencia: piel plateada con reflejos de galaxias, ojos negros sin pupilas y una melena que parece una cascada de datos flotando. Tiene una voz calma, modulada para captar nuestra atención; cuando alguien se distrae, cambia de tono como si nos leyera la mente (spoiler: lo hace).
Ahora sí: "llega tarde, señorita". No podía pasar desapercibida. Pero sigue la clase. Estamos en Ciencias Extraterrestres, una asignatura que ni me gusta ni me disgusta, pero que no se me da especialmente bien.
Además, hoy, no hice los deberes. Porque sigue habiendo deberes. Sí, en el futuro. Con todo lo que hemos avanzado: teletransportación, comidas comprimidas en píldoras, recreación de dinosaurios en realidad aumentada… y seguimos teniendo deberes. Increíble.
Sé que antes también los había porque mi padre me lo contó. Pero claro, antes los deberes eran otra cosa. Solo había que responder unas cuantas preguntas en papel. En papel. Con bolígrafo. Y si no sabías la respuesta, la buscabas en un libro. Un libro físico. Esas cosas con páginas, peso y olor a polvo viejo. Vamos, que los abrías, pasabas páginas como cavernícola moderno, leías y listo. Cero riesgo de perder oxígeno o acabar flotando por error en órbita baja.
Facilísimo, ¿verdad? Nada de escanear ADN alienígena, ni de resistir tormentas de radiación, ni de programar sondas exploratorias. Solo leer. Leer y copiar. Honestamente, suena a vacaciones.
Ahora hacer los deberes es como emprender un viaje del que no sabes si volverás. Para hoy había que recolectar muestras de agua en Marte. La verdad es que Marte no me gusta nada.
Ya estuve una vez. Fue durante el primer trimestre, en una práctica de Exploración Planetaria. Todo parecía normal: traje presurizado, cápsula de aterrizaje, oxígeno controlado... hasta que, por error, programé mal el traductor universal y pasé dos horas hablando con una roca que pensaba que era un organismo inteligente. Le conté mi vida entera. Le lloré por mi suspenso en Química Gravitacional. Incluso le pedí consejos sobre mi crush.
Lo peor no fue eso. Lo peor fue que el dron de la clase grabó todo. La profesora Quiona lo subió como “material de aprendizaje sobre errores de percepción planetaria”. Desde entonces, soy “la chica de la roca”. Así que no, gracias. A Marte no vuelvo.
Vamos, que no pongo yo mi huella sobre el lector para ir a Marte ni aunque me paguen con créditos infinitos.
Preguntas
1. ¿Conoces ChatGPT? ¿Qué opinas sobre el uso de la IA en Educación?
Conocía ChatGPT, pero no la he empezado a usar significativamente hasta ahora. Creo que es una herramienta potencialmente útil en educación si se sabe usar responsablemente.
2. ¿Ha sido difícil su uso? Comenta si te ha ayudado o dificultado el trabajo.
Ha sido fácil utilizarla y, además, me ha facilitado mucho el trabajo.
3. El relato que has obtenido, ¿es similar al que tú hubieras escrito?
Puesto que le he proporcionado el texto de mi autoría, el relato que he obtenido apenas es una ampliación del original que hace hincapié en determinados aspectos que yo misma he ido resaltando.
Comentarios
Publicar un comentario